«Los hombres se matarán por poseer las cosas mas superfluas y banales. Las ρʅυƚσƈɾαƈιαʂ naufragarán en una desesperada carrera, por dar cada vez mas lujos a la humanidad corrompida por la malicie. Al final las ρʅυƚσƈɾαƈιαʂ terminarán por no poder dar de comer a una población más numerosa.
Habrá otra vez hambre de desocupados. Y vendrá otra vez el Ⴆσʅƈԋҽʋιϙυιʂɱσ a ofrecer tentadoramente las mismas soluciones falsas que nos ofrecieron a nosotros durante ese monstruoso monumento al fracaso y a la ignominia que fuera la república de noviembre.
Y aquellos que querrán poner remedio a este estado de cosas, no tendrán otra alternativa que volver la vista hacía lo que nosotros hicimos y hacía aquello por lo cual seguiremos peleando hasta el amargo final.
Aquellos que quieran mejorar este mundo decadente y corrupto, tendrán que comprender que ρʅυƚσƈɾαƈια ყ Ⴆσʅƈԋҽʋιϙυιʂɱσ, no son los dos únicos caminos transitables para redimir a la humanidad de la miseria y el fracaso. Por que hay un tercer camino que es el nuestro, que es el único y el mejor, es aquel que Aԃσʅϝ Hιƚʅҽɾ nos señala. Vendrán hombres que aun sin mencionarnos, porque les estará prohibido o porque temerán hacerlo, intentaran transitar por este camino nuestro y serán combatidos y traicionados, al igual que nosotros lo fuimos, pero al final; VENCEREMOS, porque lo bueno y lo verdadero siempre triunfa en este mundo».
-Jσʂҽρԋ GσҽႦႦҽʅʂ-
❤️ ❤️ ❤️ Fue en las soledades del exilio, en los momentos de respiro y de turbulencias, en el silencio de sus meditaciones y de sus recuerdos, siempre con el sentimiento a flor de piel y el alma serena y tranquila por la conciencia templada en el cumplimiento del sagrado y noble deber, donde iban hilvanándose en improvisadas cuartillas, a vuelapluma, en medio de solanas claros de luna, en estados de plena inspiración, en las trincheras, en el hospital de campaña o en las campiñas, un libro redactado en prosa poética, místico y profundo, lírico y épico, pragmático y ascético, con una fuerza ciclópea y arrebatadora, cuya sola lectura prende la mecha de la dignidad humana, en aquellos hombres que aún no han perdido su condición de tal y que sienten palpitar en sus corazones la
llamada del supremo ideal para enarbolar, como almas ardientes, el estandarte honroso y perenne que campeara, a pesar de los pesares, enhiesto hacia la eternidad.
-JOSÉ LUIS JEREZ RIESCO-
Muy recomendable su lectura.
Queriendo ver más allá, escapar de la dualidad.